Un sector orientado a las personas
Pertenecemos a un sector que debe trabajar por los ciudadanos y para lo público. La responsabilidad de gestionar parques y jardines urbanos no reside sólo en la estética o en el cuidado de lo natural, porque estos espacios son lugares de entendimiento entre personas y naturaleza. Como tal, en el centro de su administración deben situarse a las personas, su salud y su relación la naturaleza.
No obstante, el modelo actual prevalente en la provisión de servicios públicos, surgido en los años ochenta se basa en la importación de técnicas propias de la gestión privada a la gestión pública, a fin de modernizar la administración y mejorar la eficiencia y eficacia de su funcionamiento, con la externalización – o provisión de servicios públicos por agentes privados- como una de sus medidas estrella. A pesar de sus ventajas, la prestación de servicios públicos ha gravitado hacia conceptos como la eficiencia y la competitividad, relegando otros como el bienestar y la prosperidad.
Algunos indicadores muestran que este modelo ha alcanzado sus límites, hasta el punto de que diversos estudios muestran un creciente interés por la llamada “remunicipalización” o reversión de la externalización para retornar algunos aspectos de estos servicios a la gestión pública directa. Esta tendencia emergente se manifiesta en medio de una patente polarización en todos los ámbitos sociales que en ocasiones supone la defensa a ultranza de estos dos modelos, lo que conlleva cierta resistencia a llegar a acuerdos pragmáticos o soluciones flexibles que no beneficien o perjudiquen en exceso a cada parte.
Para poder avanzar en la integración de mejores espacios verdes en el espacio urbano, los avances en su gestión orientarse al factor humano y el bienestar de todos los interesados en la misma. Esto no es posible si se idealizan o caricaturizan los modelos de gestión existentes, o si se llevan a extremos que deforman su función principal: mejorar la prestación de servicios a los ciudadanos.
Las ciudades españolas muestran un amplio espectro de métodos de gestión de la infraestructura verde, como muestra un estudio conjunto de la FEMP, AEPJP y AEJA, donde la ciudad de Madrid presenta el mayor énfasis en la externalización, Barcelona el mayor índice de municipalización, y con Valencia ocupando una posición intermedia. La tendencia actual parece indicar que diversas ciudades se plantean municipalizar algunos de sus servicios para mejorar la prestación de los mismos, mientras que otras parecen querer profundizar en el modelo de externalización, pero elevando los criterios de calidad en la prestación del servicio.
Estas tendencias no solo afectan al servicio, también tienen un importante efecto sobre el personal técnico y de dirección, que a menudo se ven expuestos a las críticas de la ciudadanía, y viven el conflicto latente entre la función pública y la contratación privada como un cuestionamiento a su labor cotidiana. Existe también el riesgo de idealizar uno u otro modelo: algunas noticias presentan la remunicipalización como como una oportunidad para “desmercantilizar” la gestión inherentemente superior a la externalización. Otras noticias muestran que la realidad es más compleja y la gestión pública directa puede mostrar severas deficiencias en casos de acoso laboral por discriminación de género, entre otros ejemplos de malas prácticas.
Este tipo de circunstancias deben recordarnos que la gestión no sólo se enfoca a que los usuarios puedan disfrutar de los espacios verdes, y que también debe considerar el factor humano: los operarios y técnicos que permiten que estos puedan mantenerse en su mejor estado, son, sin duda, el corazón y el alma de la gestión. Y por esto mismo, debe ponerse en el centro de la administración el respeto por sus condiciones y derechos, sea cual sea el modelo de gestión elegido.
Contratistas, suministradores y consultores también se ven afectados por la percepción pública de cada modelo y es muy importante que el debate se ciña a los objetivos y condiciones de prestación del servicio antes que a desprestigiar un modelo u otro sin considerar sus posibles contraprestaciones en cada caso concreto.
En cualquier caso, parece evidente que se abre un escenario de evolución, en el que los servicios de conservación y gestión de espacios verdes se centrarán gradualmente en servir a las personas, de poner en el centro de su actividad la creación de espacios saludables, cuidados, donde los ciudadanos puedan mejorar su salud física, mental, así como generar pulmones verdes que impulsen la salud a la urbe en su conjunto.
Esta filosofía es la que debe guiar la gestión de los espacios verdes en el futuro, un escenario de cambio hacia posiciones más actualizadas, acordes con el contexto social del momento.
El conocimiento,
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En esta noticia se plantea la dicotomia entre la pestion pública y la gestion privada. También otra fórmula sería la gestión híbrida.
Mi opinión es la de establecer un nuevo paradigma puesto que estos sistemas siguen anclados en sus principios, con resultados diversos. Quizá debería plantearse el concepto base de gestión, la forma de licitar, lo que el cliente y el proveedor pueden ofrecer a razón de los modelos que atesoran. Si no hay cambio con los elementos intervinientes, no hay cambio de paradigma para lograr resultados diferentes. Esto no significa hacer “experimentos con gaseosa”. Al menos sabemos lo que funciona y lo que no a estas alturas del partido.
Estaríamos entonces orientados a un paradigma de “inteligencia múltiple” para la gestión de zonas verdes. No tenemos un modelo, tenemos varios y no terminar de cohabitar. Primero se han de reconcer, luego integrar, luego pre ponderar un modelo u otro, y así reclamar el modelo morfico adecuado, según sus componentes a la unidad base o unidad general (top/down) en una dirección y otra