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Tatiana Kourochkina: “Todo nuestro bienestar depende de forma directa de los árboles”

Tatiana Kourochkina es comisaria de arte, investigadora del paisaje y cofundadora de la fundación de arte ciencia Quo Artis. Una organización internacional sin fines de lucro que busca conectar las artes, las ciencias y las tecnologías y construir puentes entre los profesionales de estos campos.

Además, es licenciada en historia y tiene un máster de segundo nivel en Arquitectura del Paisaje. También cuenta con un espacio en el portal web Retina, donde escribe sobre naturaleza, política, arte y ciencia, y da su opinión sobre diferentes temas de actualidad.

Tatiana piensa que cada uno de nosotros es un jardín en sí, y que vivimos en un jardín común, planetario. Así como ve en el arte y ciencia, dos aliados perfectos para cuidar de este jardín.

¿Quién es Tatiana Kourochkina? ¿A qué se dedica?

Soy gestora y comisaria artística, del sector de Arte y Ciencia. Hace 8 años fundé Quo Artis, una productora sin ánimo de lucro, donde desarrollamos proyectos culturales complejos, involucrando a artistas, filósofos, escritores y científicos de diferentes ramas. Todas nuestras actividades tienen que ver con el cambio climático provocado por las actividades humanas y la crisis de biodiversidad que conlleva. Tenemos varias iniciativas relacionadas con el mundo botánico.

De formación soy historiadora y tengo un máster en paisajismo por la universidad de arquitectura de Venecia, la IUAV, con la especialización en el arbolado urbano. Nací en Moscú y desde hace 23 años vivo en Barcelona.

¿En qué medida cree que la infraestructura verde urbana está presente en la vida de las personas?

De la misma manera que los trabajos domésticos implementados hasta hace poco exclusivamente por mujeres eran invisibles para los maridos, el verde urbano es invisible para los ciudadanos. El señor de antaño llegaba a casa y lo encontraba todo limpio y recogido. Pensaba que esto era lo normal y fácil de hacer. Algunos incluso llegaban a creer que sus mujeres “no hacían nada en todo el día”. Solo cuando había desorden, un marido de este tipo se daba cuenta de lo mal que se estaba en una casa sin limpiar. La mayoría de los habitantes de las ciudades españolas suele ver los árboles y los parterres como algo “normal”. No se paran a pensar en el trabajo de mantenimiento que hay detrás y en lo mal que se estaría sin el verde. Tampoco se imaginan que la buena salud del verde urbano depende de las conductas de los ciudadanos.

En uno de sus artículos habla del impacto de los conflictos bélicos en los árboles. ¿Cree que el árbol está lo suficientemente valorado por parte de la sociedad?

En Europa hay una terrible guerra, provocada por las ambiciones imperialistas de un puñado de viejos supermachistas. Cada día nos llega información sobre el impacto que tiene en los humanos y en la economía mundial (también humana). Y a mí me cuesta no pensar en los animales que padecen las consecuencias de la guerra, tanto domésticos, como salvajes. ¿Quién ordeña las vacas? ¿Qué comen los gatos que nunca han salido a la calle y se encuentran ahora sin hogar? Asimismo, me duele pensar en los bosques que se queman debido a los bombardeos, junto a los seres que dependen de ellos, pájaros e insectos incluidos. A veces, en la prensa aparecen noticias sobre los animales, víctimas del conflicto. Por suerte, hay personas que organizan refugios para estas criaturas y también es sabido que la mayoría de los refugiados intentan huir junto a sus mascotas. Pero casi nunca se lee algo sobre lo que padecen los árboles, salvo en los casos en que los incendios ponen en peligro nuestra salud y se acercan a las zonas radiactivas de Chernóbil. Esto demuestra, una vez más, hasta qué punto ignoramos los humanos a nuestros “agentes verdes” y qué poca empatía generan los no mamíferos.

¿Es posible que como sociedad nos hayamos desconectado tanto de la naturaleza que ahora es más difícil volver a conectar con nuestro lado más espiritual y cercano a lo verde? ¿Qué opina?

Me da la sensación de que cada vez hay más conciencia sobre la desconexión de la naturaleza. Lo veo en las librerías que, desde hace poco, tienen apartados dedicados exclusivamente a los bosques, jardinería, historia del jardín y asombrosas formas de vivir de otros animales no humanos. Escucho cada vez más discursos inclusivos a otras especies.

Y las personas que todavía no tomaron la conciencia de esta desconexión sienten síntomas de alarma: ansiedad, estrés, enfermedades. No saben que estar en la naturaleza les podría ayudar, pero saben que algo va mal en sus formas de vivir y trabajar.

El momento en la que se encuentra la humanidad ahora me recuerda a aquellos adolescentes que salían de casa para ir a estudiar o trabajar en otra ciudad y lo primero que hacían era cometer una serie de salvajadas: beber alcohol, trasnochar, comer mal. Después recapacitaban y se hacían más responsables de sus vidas y sus cuerpos. El ser humano ha salido de su casa, que era el bosque, hace relativamente poco. Se calcula que llevamos viviendo en las ciudades tan sólo un 0,01% de la historia de los Homos. Todo nuestro bienestar depende de forma directa de los árboles. Muchos ya están volviendo a reconectar con los entornos naturales perdidos. Ahora falta que los políticos, tanto en el gobierno como en la administración local, así como los sistemas de salud pública, se den cuenta de la importancia de los árboles y hagan más para la protección y cuidado de los bosques y parques y también para la concienciación de la población.

¿Cómo cree que se puede fomentar la concienciación alrededor del arbolado?

Habría que empezar desde la infancia y llevar a los niños a los bosques o a los grandes parques de forma constante. Dejar que sientan como suyo este ambiente. Es muy importante que pasen horas allí, observando y escuchando a los pájaros, cómo cambian la vegetación y sus colores, familiarizándose con las actividades de los insectos. Eso vale igual para los adultos sin hijos y la gente mayor en general. Tenemos que intentar pasar el mayor tiempo posible entre los árboles, acercarnos a ellos, tocar su corteza, mirar en detalle las formas de sus hojas, abrazarles.

En Quo Artis, junto al paisajista Gabino Carballo, hemos desarrollado una pequeña guía de una actividad sencilla que se puede hacer en familia o con amigos y que hemos llamado ”cartografía emocional del jardín”. Los textos que escribió Gabino son muy bonitos y lo que se propone allí es pararse a dibujar un árbol o un elemento vegetal y luego reunirse en grupo y explicar el motivo de por qué precisamente esta planta llamó la atención a cada persona. Hemos hecho varias cartografías emocionales con grupos diferentes y siempre hemos observado que el ambiente que se creaba era de relajamiento y felicidad. Estas guías se pueden descargar en la web del proyecto europeo que hemos liderado, Raíces y Semillas: www.rootsandseedsxxi.eu en el apartado “guidelines”. Están disponibles en castellano, catalán, inglés e italiano.

Otra cosa muy simple que podríamos hacer los que vivimos en las ciudades para reconectar con la naturaleza es tener plantas en casa, cuidarlas y ver cómo evolucionan. En el hogar hay que usar materiales naturales siempre que se pueda: madera sin pintar, cerámica. Y es necesario reformatear la convicción de que comprando un perro muy caro y teniéndolo todo el día encerrado en casa y luego sacándolo a pasear por el asfalto, nos acercaremos a la naturaleza.

¿Es la tecnología una herramienta positiva o negativa para nuestra convivencia con la naturaleza?

Las actividades humanas, el progreso, que incluye el avance tecnológico, han tenido un impacto muy negativo en la naturaleza y en nuestras formas de relacionarnos con ella. Pero la tecnología forma parte de nuestras vidas, hay que aceptarla y, dentro de lo malo, buscar algo bueno. Hay herramientas que permiten a los humanos urbanitas entender mejor el estado de salud de los árboles. Por ejemplo, en Liverpool hay un abedul que tuitea sus constantes vitales. A través de su cuenta de Twitter @bowiethebirch, nos explica cómo se encuentra. También hay muchos artistas que utilizan tecnología y crean obras que despiertan emoción en los espectadores. Les ayuda a conectar con los seres no humanos.

Por otro lado, tenemos que ser conscientes de que la omnipresencia de la tecnología puede abrir muchas grietas entre las personas sin recursos y las más privilegiadas en la forma de percibir y vivir la naturaleza. Los parajes naturales verdaderos podrán convertirse en un lujo para los ricos, mientras que los pobres los verán solo en las pantallas de sus móviles.

¿Cuál cree que será el impacto del cambio climático en la vida de las ciudades si continúa con su ritmo acelerado?

Se aumentarán las enfermedades mentales y la desigualdad social.

¿Qué podemos hacer como sociedad para cuidar de la naturaleza?

En la ciudad es imprescindible que nos volvamos más respetuosos con el arbolado urbano y el suelo que ocupa. El incivismo de los ciudadanos es una de las principales causas por las cuales el verde urbano no goza de la salud que se merece. Lorena Escuer, bióloga y experta en control biológico de las plagas, lleva años organizando programas de cuidado de los microecosistemas que se pueden formar en el alcorque de un árbol. Su iniciativa “Alcorques Vivos” se ha implantado con éxito en varias ciudades españolas. Ella cuenta que el mayor enemigo de la biodiversidad que se forma alrededor del árbol en la ciudad es el ser humano con sus nocivas conductas. Por ejemplo, cuando usa los alcorques como papeleras, aparcamientos o “paradas técnicas” para los perros.

Actualmente se habla cada vez más de la salud mental, de herramientas para cuidar de nuestro lado más emocional. ¿De qué manera piensa que influyen los bosques urbanos y espacios verdes en la salud mental de las personas?

Los occidentales tenemos la tendencia a buscar pruebas, a comprobarlo todo científicamente, y a hacer análisis de cada cosa, incluyendo el bienestar. ¿Está científicamente comprobado que los árboles ayudan a estar mejor a los humanos, o se trata de una pseudoterapia? – se preguntarán los funcionarios del Ministerio de Salud. El científico japonés Yoshifumi Miyazaki lleva años haciendo estas pruebas con grupos de diferentes edades, géneros y profesiones. Los participantes en su investigación van a los bosques y parques, incluso observan las plantas de sus escritorios en la oficina durante más de diez minutos. Los resultados son asombrosos: el contacto con el verde tiene un gran efecto reparador. A todos los participantes les baja el nivel de cortisol y la presión arterial, aumenta la actividad de su sistema nervioso parasimpático –indicio de relajación–, se reducen las pulsaciones cardíacas… A largo plazo mejoran los sistemas inmunes. La sanidad pública japonesa promueve el contacto de la población con los árboles. En vez de recetar fármacos que crean dependencia, les recetan a sus ciudadanos estancias prolongadas en la naturaleza, incluyendo la urbana. Esto tiene un efecto positivo también en la conservación de los espacios naturales. Es el famoso método shinrin-yoku, baños de bosque, que por suerte está encontrando cada vez más adeptos también entre la población europea.

Por último, ¿hay algún parque o espacio verde al que guarde un especial cariño? ¿Podría contarnos algo sobre ese lugar?

Desde el estallido de la guerra y hasta que no caiga el régimen de Putin, no podré volver a Rusia. Y cuando te han quitado algo, lo quieres y lo echas de menos con más fuerza. Por eso quiero hablar de un espacio verde de allí.  En mi ciudad natal, Moscú, hay un conjunto arquitectónico-paisajístico muy querido por sus ciudadanos: el Anillo de Bulevares. Son varias alamedas unidas entre ellas, que componen un paseo precioso por el centro histórico de la ciudad y que tiene nueve kilómetros de extensión. La plantación consiste en más de setenta especies diferentes de aboles y arbustos. Hay parterres floridos, bancos para sentarse, espacios para exposiciones al aire libre y zonas de juegos infantiles. Incluso hay un pequeño lago, que en invierno se convierte en una pista de patinaje. Mi primera guardería estaba en uno de estos bulevares y, al recogerme, mi madre me llevaba a un área de juegos. En aquella época había mucha gente que jugaba al ajedrez en los bancos y siempre tenían espectadores que, en silencio, analizaban la partida. Cuando crecí, iba a los teatros próximos al Anillo de Bulevares o, simplemente, a pasear por allí. Espero que pronto pueda volver a hacerlo.

Vivimos en un momento complejo para la naturaleza y la humanidad, un período de incertidumbre económica y social, que, sin embargo, encuentra sus pequeños destellos de esperanza en la visión de expertas como Tatiana, quien es capaz de comprender y analizar la realidad desde una perspectiva empática, cercana, y también de forma asertiva, algo clave para poder establecer soluciones y generar dinámicas positivas para las personas y el medio ambiente.

Desde la AEPJP mostramos nuestro agradecimiento a Tatiana por prestarse a esta entrevista. Una conversación enriquecedora, que nos ha permitido acercarnos a la realidad ambiental y política desde una sensibilidad única.

El conocimiento,
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