Pétalos germanos creciendo entre el cierzo, entrevista con David Navarro, periodista e impulsor de la floristería ‘El Buen Jardinero’
David Navarro ha trabajado como periodista durante varios años, especializándose en el apartado de la gestión del verde urbano. De esta manera, su amor por la jardinería lo ha llevado a convertirse en florista, abriendo una tienda en Zaragoza, ‘El Buen Jardinero’, una floristería alemana.
P- ¿Quién es David Navarro?
Soy un periodista y florista zaragozano, de 45 años. Un profesional en continua reinvención. Que en su momento pensó en ser profesor de idiomas (hablo inglés, alemán y búlgaro, además de castellano), pero que decidió hacerse periodista. Tras más de 20 años de profesión en radio, televisión y prensa escrita, he cambiado mi rumbo para convertirme en florista profesional.
P- ¿Por qué decide comenzar el proyecto El Buen Jardinero?
Tras mi paso por los medios de comunicación, sentí la necesidad de iniciar una nueva etapa. Considero que el Periodismo pasa por un momento delicado, de infravaloración del profesional, de un intrusismo peligroso que convierte los contenidos en artículos de mercadotecnia. Tenía la opción de continuar como periodista o abrirme a otra de mis vocaciones y opté por la formación y la puesta en marcha de mi propio negocio: una floristería en Zaragoza. Tras formarme en Zaragoza y en Múnich (Alemania), nació el proyecto de El Buen Jardinero, floristería alemana que pone especial atención en la botánica y el estilo orgánico y silvestre en los ramos.
P- ¿Qué es una floristería alemana?
Es un concepto en el que la flor es la protagonista. Ya sea en maceta, cortada o seca, se busca un producto muy natural. En otros países, los arreglos florales son antinaturales, con formas forzadas. El estilo alemán apuesta por la naturalidad y frescura. Por un amplio conocimiento de la botánica para conseguir así flores muy especiales. Un ramo de El Buen Jardinero es un pequeño jardín en miniatura, donde cada flor es protagonista. El objetivo es crear una melodía floral.
P- ¿Qué es lo que más le satisface de dirigir este proyecto?
La posibilidad de decidir yo los objetivos. Como periodista siempre tuve un respeto absoluto por el lector, a quien considero inteligente y crítico. Y como florista mantengo la misma decisión: el cliente aprecia el trabajo bien hecho, realizado con mimo y en el que se busca la diferenciación y no la creación mecánica o masificada. Yo decido cuántos arreglos florales voy a realizar para no perder así la calidad y la ilusión.
P- Adentrémonos en su faceta como redactor en el Heraldo de Aragón. Usted ha escrito numerosos artículos en este periódico sobre la importancia de cuidar la biodiversidad, ¿cree que es posible una gestión del verde urbano que se centre en los cuidados de la fauna de los parques y jardines?
Sí. Y de hecho se pueden ver ejemplos en espacios como los jardines Kew de Londres, donde la hierba se deja larga en varias épocas del año para favorecer la proliferación de insectos beneficiosos. En Zaragoza se ha podido ver en distintas ocasiones: la poda en las orillas del Canal Imperial se realiza tras pasar la época de cría de las aves. E incluso después se dejan matojos más largos para que los animales tengan un refugio. El control de plagas de parte del arbolado en la capital aragonesa se realiza con la suelta de insectos específicos. Pero el concepto ha de ser transversal e ir más allá: ha de ser la premisa fundamental en todos los trabajos de jardinería de una ciudad: no sirve de mucho soltar insectos beneficiosos si luego no tienen donde criar y reproducirse.
P- ¿Qué opinión te merece el sector de la jardinería actual?
Como ocurre en la mayoría de sectores de la sociedad, la externalización de servicios hace que ganen las contratas aquellos que ofrecen opciones baratas. Y eso se traduce, a veces, en malas prácticas para ahorrar tiempo y dinero. ¿Un ejemplo? La utilización del soplador de hojas en los parterres, que erosiona la tierra hasta el punto de crear suela y dejar el espacio yermo. O las podas tan agresivas que matan a la planta entera. Son dos ejemplos que he visto yo mismo en Zaragoza, el primero en el parque Pignatelli y el segundo en un tramo entero de mediana del Tercer Cinturón. Se necesitan profesionales que entiendan su trabajo, gestores que comprendan que la inversión en jardinería supone un beneficio en la salud mental y física de los ciudadanos. Y se necesitan ciudadanos que aprecien la importancia de contar con zonas verdes sanas. No puede ser que cada esfuerzo de un ayuntamiento en mejorar esos espacios se traduzca en críticas en redes sociales minimizando su importancia.
P- ¿Qué aspectos crees que son fundamentales para optimizar y mejorar la gestión de la infraestructura verde urbana?
El arbolado es clave. Porque alivia el calor, los niveles de contaminación, de ruido… Incluso consiguen que las riadas sean menos dañinas, en ciudades como Zaragoza, donde las crecidas del Ebro son recurrentes. Existen ya estudios suficientes que han especificado qué árboles son los que consumen más CO2, cuáles arrojan sombra más fresca. Hubo uno hace unos años de la Universidad de Sevilla que podría servir de base para las políticas de arbolado de los ayuntamientos, en lugar de plantar sin ton ni son o de mantener zonas enteras sin un solo árbol y aceptar como inevitable el efecto isla de calor.
Por supuesto, también hay otros elementos, pero si todavía no hemos conseguido el más elemental, que es el del arbolado, el resto son entelequias o golpes de efecto para conseguir votos. De nada sirve ajardinar una plaza céntrica por un montón de dinero si luego los barrios no tienen los árboles que necesitan para afrontar el calor en verano o limpiar el aire el resto del año.
P- Tras el confinamiento, la sociedad revalorizó la importancia de los parques y jardines de las ciudades, En su opinión, ¿cómo cree que los equipos de gestión pueden impulsar la cooperación, el cuidado y el amor por la naturaleza urbana de los ciudadanos?
Es una pregunta complicada, porque mi primera respuesta hubiera sido: “La divulgación”. Pero con eso no basta. Lo fácil es hablar de divulgación, hacer jornadas, actos y demás. Pero el problema va más allá: si las instituciones no cuidan el arbolado ni el medio ambiente. ¿por qué los ciudadanos van a sentir necesidad de hacerlo? Montañas son arrasadas para crear pistas de esquí que tendrán que funcionar con nieve artificial porque el cambio climático ya ha elevado la temperatura. Calles enteras pierden su arbolado porque al ayuntamiento le es más barato arreglarla de esa manera (eso sucedió en mi misma calle en Zaragoza, donde decenas de árboles maduros de más de 30 años fueron arrancados para ahorrar así dinero en las obras). El problema no es del ciudadano, sino de incultura total por parte de una gran parte de las instituciones.
P- ¿Cómo te ves de aquí a 10 años en el ámbito profesional? ¿Algún sueño por cumplir en el sector?
Me gustaría poder continuar con el concepto de ‘’floristería slow’ con el que he comenzado: el de realizar los trabajos con mimo y cuidado. No tengo como objetivo ni ganar mucho dinero ni convertirme en referencia. Sino disfrutar de cada arreglo y ramo como he disfrutado durante muchos años de cada artículo y reportaje que he escrito. Cuando hago el ramo delante del cliente, le explico cómo se llama cada flor, por qué está en esa posición, por qué ese color ayuda a resaltar una flor colindante… Siempre he sido y seré divulgador. Y eso solo puedo hacerlo si cuento con el tiempo suficiente.
P- Y, por último, una pregunta un poco más personal, ¿cuál dirías que es tu parque favorito? Muchas gracias.
En España me gusta mucho el Jardín Botánico de Madrid. Es una delicia poder pasar allí horas y horas, aprendiendo y disfrutando de las plantas. Los jardines botánicos son siempre sugerentes. También me gusta mucho el de Valencia. En Zaragoza me gusta mucho el parque del Agua, porque se realizó de manera muy inteligente y tiene infinidad de lecturas (el ciclo del agua, los bancales agrícolas, las riberas…). En Europa, mis favoritos son los jardines Kew, en Londres. Podría quedarme a vivir en ellos….
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