Palabras de Mar Verdejo en homenaje al árbol conmemorativo del Congreso PARJAP Córdoba 2017
Como es ya costumbre en todos los congresos nacionales e internacionales de Parques y Jardines Públicos que organiza la Asociación Española de Parques y Jardines Públicos desde 1993, se celebra la plantación del árbol conmemorativo en cada uno de esos eventos. Este entrañable y emotivo gesto, se realiza para crear vínculos de amistad entre las ciudades en donde se celebra y hacer resaltar lo más importante y trascendente de estos encuentros, que es aumentar la relación y mantener el contacto entre las personas asistentes, unidas por el vínculo común del amor a los parques y jardines y en este caso, hacer un homenaje de corazón al árbol.
El 44 Congreso PARJAP 2017 se celebró en la bella ciudad de Córdoba, y en la tarde del 20 de abril, se realizó la plantación de un alcornoque en los jardines de Vallellano del Parque de la Asomadilla.
Participaron en este acto el presidente de la AEPJP, Francisco Bergua y la Delegada de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Córdoba, Amparo Pernichi además de otros invitados.
Las emotivas palabras de homenaje a este árbol tan especial y que tanto significado tiene, vinieron de la letra de nuestra compañera, la paisajista, escritora y poeta, Mar Verdejo, quien leyó el manifiesto ante todos los asistentes y que pueden leer a continuación:
“Estimad@s amig@s y compañer@s, una vez más y como ya es costumbre, nos hallamos reunid@s en uno de los actos más significativos de nuestros congresos anuales: la plantación del árbol conmemorativo.
En este 44 Congreso se ha elegido un alcornoque (Quercus suber), especie que desde tiempo inmemorial ha estado unida a la humanidad y a la que desde siempre se la ha protegido. Este árbol simboliza la virtud de saber conservar y proteger. Ha sabido transformarse de manera peculiar, para adaptarse en un clima con largos periodos de sequía. Las hojas endurecidas, raíces profundas, y corteza engrosada hacen de escudos contra la sequía y lo protege de los incendios. Estoicos desafían lo humano y lo divino.
Como dice Cervantes en el Quijote: “Los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro artificio que el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir las casas, sobre rústicas estacas sustentadas, no más que para defensa de las inclemencias del cielo”.
Es un árbol muy generoso dando cobijo y alimento a un gran número de animales y plantas. Quizás sea uno de los que más da de sí mismo a los demás a cambio de nada sin arrogancia y quien ha vivido bajo su sombra conoce su gran fuerza interior y que otros pueden confundir con rudeza o incluso torpeza.
Solo en la dehesa se erige dominante como un tótem de la paz, dando refugio a la naturaleza domesticada y a la más salvaje para hacer frente a las condiciones extremas de un clima cada vez más beligerante con los que habitamos en este Planeta. El alcornoque forma la esencia y el alma dura de la tierra a la que sustenta con sus profundas y poderosas raíces.
Es un árbol que ama la paz y el sosiego transmitiéndose incluso algo de misticismo en ciertos alcornoques, como aprecia Miguel de Unamuno, y como bosque sería un sueño de infancia y su corteza una piel anaranjada insustituible que se va transformando a las nuevas exigencias de la humanidad sin dejar las tradicionales. Su verdor nos calma y apacigua cuidando de todas las especies sintientes y silientes. Un quejío, en la noche del bosque, nos recuerda que los estamos perdiendo atónit@s, mud@s y sin esperanza el bosque con la seca. En silencio y agonizantes nos preguntan e Ignacio Abella a ese silencio le pone palabras en “El Bosque protector”: ¿Cuánto vale un bosque? Y responde con palabras de Machado: “solo el necio confunde valor y precio.
Junto a este alcornoque, aquí reunid@s, queremos que sea el recuerdo de dónde encontrar las claves de la supervivencia en la búsqueda de nuestra esencia y existencia. Y le pondremos palabras a lo que nos están diciendo y que ya sabíamos. Que su muerte no nos insensibilice ignorando lo que necesita para vivir sano. Ellos, viven conectados en una red invisible, que como un gigantesco abrazo entre todos los vegetales nos quiere decir que: “la unión hace la fuerza”.
Es nuestro deseo hoy, reunid@s entorno a este alcornoque símbolo de paz, que sea el recuerdo de nuestro paso en esta acogedora y hospitalaria ciudad, y que simbolice nuestro deseo de contribuir a recuperar y perpetuar este ancestral paisaje, símbolo de la vida, la amistad, la bondad y perserverancia valores necesarios para los retos ante los que enfrenta nuestra sociedad.
Hoy plantamos un símbolo del pueblo mediterráneo, un árbol que como un tótem guardián del bosque milenario, que cobije a todas la criaturas de este Planeta y que sea símbolo de convivencia entre culturas y del grato momento vivido. La Paz está escrita en cada uno de sus surcos y que como retorcidos vigías no recuerdan que tienen la luz por bandera.
A tod@s muchas gracias y que sea un día feliz.”
Mar Verdejo
Fotos: Miguel Ángel Salas
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