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Naturaleza como sinfonía de color

portada naturaleza como sinfonía de color

Desde el comienzo del arte, se ha representado la naturaleza como un espacio de color. Y es que, es lo cromático lo que marca nuestra afectividad y modifica nuestro componente emocional. Además, la primera sensación, la que primero llega a nuestra conciencia es la de la vista, y dentro de ésta, el color antes que la forma.

EL SIGNFICADO DE LOS COLORES

En el arte antiguo los diferentes colores indicaban la presencia de los diversos estados ‘tatvas’, les llamaban en la India, o vibraciones emocionales en el alma de la naturaleza; o bien formaban un código de encriptación de ocultos significados que ahora los estudios de iconografía y simbología religiosa están intentando descifrar, por ejemplo en los Jeroglíficos Egipcios; o bien un código silencioso conocido por todos, independientemente de la lengua que hablasen, como sucede en la heráldica medieval.

En la India, la naturaleza es identificada como una cabra tricolor en rojo, blanco y negro, y cada uno de estos colores simboliza, de un modo vivo, las tres tendencias o cualidades, que rigen todo cuanto está manifestado en el mundo.

EL COMPONENTE CULTURAL DE LA EXPRESIÓN DE LA NATURALEZA EN COLORES

Hay un componente cultural en el lenguaje y el uso de los colores, y cada pueblo codifica de un modo u otro el significado de éstos: el color del luto es el negro en Europa y, sin embargo, en China es el blanco. Pero es evidente que cada uno provoca un estado emocional y que incluso amplifica o retarda una función biológica, aumentando o disminuyendo, por ejemplo, las pulsaciones cardíacas.

Esto tiene un valor universal, es un código de la naturaleza misma, no es convencional, forma parte del lenguaje de la vida, de sus leyes inmutables. Si apuramos la metáfora, siguiendo antiguas tradiciones herméticas y platónicas, es un lenguaje en que sus vocales son colores puros (principios de vida, alientos divinos) y las consonantes son las formas, los arquetipos de construcción que usa esta naturaleza.

Otros que crean confianza, como el amarillo del sol; otros como el verde, con su infinidad de matices, detienen en él nuestra conciencia, pero señalan un límite: Goethe en su ‘Teoría de los Colores’ dice que “el ojo y el ánimo descansan en este (color) compuesto. No se quiere pasar más allá y no se puede tampoco”. Por ello, dice que este color se usa en los decorados de una sala de estar.

Los dedos de rosa de la aurora nos despiertan a la vida y al día como una madre amorosa. El sol sangra con sus tintes bermejos en el crepúsculo y muestra su exuberancia, alegría y poder en la luz amarilla del mediodía.

E incluso, las mismas flores, que con la la geometría cónica de sus pétalos y la viveza de sus colores no sólo atraen a las abejas que las van a polinizar, sino que, según ciertos estudiosos, sirven -geometría y color- como pantallas radar que atraen con sus vibraciones, la energía asociada a las formas y a los colores, ciertos rayos cósmicos que, procedentes del cielo estrellado, son necesarios para la Alquimia de la Vida.

 

Agradecemos a Francesco Burgos su aportación en la elaboración de este artículo.

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