La relación de los niños con la infraestructura verde mejora su salud y potencia el aprendizaje
Los parques y jardines públicos ofrecen una oportunidad para corregir el ‘déficit de naturaleza’ que existe entre la mayoría de jóvenes.
Pasear entre árboles, identificar las especies florales, contemplar las aves y otros animales, o cultivar un huerto permiten fomentar habilidades personales como la regulación emocional, la responsabilidad o la atención.
La infancia es una de las etapas clave en nuestra formación y desarrollo personal, y está condicionada al entorno que nos rodea. Los estudios científicos demuestran que la relación con la naturaleza mejora el sistema inmunitario y potencia el aprendizaje. En las ciudades, podemos aprovechar todas las oportunidades que nos ofrecen los parques y jardines públicos para revertir el ‘déficit de naturaleza’, un concepto introducido por el divulgador y naturalista Richard Louv.
El escenario actual donde se presenta este déficit está protagonizado por el uso excesivo de los dispositivos móviles en etapas infantiles. En el 2022, un estudio elaborado por la compañía Qustodio indicó que los menores pasan de media cuatro horas diarias conectados a una pantalla fuera de las aulas. Por el contrario, el 82% de los niños de hasta 12 años juega al aire libre menos del tiempo recomendado por los expertos, según advierte el Instituto Tecnológico de Producto Infantil y de Ocio (AIJU, en inglés).
La guía sobre el tiempo de juego en la infancia de AIJU apunta que el tiempo mínimo recomendado de juego al aire libre es de una hora al día, y que incluso debería ser superior a las dos horas en el caso de los más pequeños. Sin embargo, en ninguna de las cuatro franjas de edad en la infancia, el tiempo medio de juego al aire libre se acerca a la cantidad que se recomienda. Por edades, son los niños de cero a tres años los que más juegan al aire libre, con una hora y 25 minutos, mientras que los niños de 10 a 12 años son los que menos juegan, ya que un 94% registra una media de tan solo 35 minutos.
Estos datos evidencian el cambio de tendencia en los hábitos de la infancia, una realidad ante la que las administraciones públicas deben responder innovando en el diseño del paisaje urbano y potenciando las oportunidades que ofrece la infraestructura verde para favorecer un equilibrio adecuado entre el desarrollo físico e intelectual, desde una perspectiva integradora. Todas las actuaciones de renaturalización orientadas a potenciar las cualidades beneficiosas de los parques y jardines para el desarrollo de la infancia pueden integrar la pedagogía verde, una ramada educativa inspirada por la psicóloga Heike Freire y que demuestra que el contacto con la naturaleza permite el desarrollo óptimo del niño y supone una gran ayuda para abordar problemas comunes. Asimismo, el aumento de estos espacios en las ciudades mejora la salud mental.
Pequeñas acciones con beneficios duraderos
La interacción con la infraestructura verde ofrece a los niños numerosas posibilidades para potenciar su desarrollo. En este sentido, acciones como pasear y realizar ejercicio en el parque, identificar las especies florales, contemplar las aves y otros animales, o cultivar un huerto permiten fomentar habilidades personales como la atención, la responsabilidad, la paciencia y la regulación emocional, ante el contraste de una vida diaria estresante.
Además, la convivencia en estos espacios renaturalizados genera ocasiones para estimular la inteligencia verbal, a diferencia de otros escenarios donde las conversaciones se ven restringidas por la existencia de estímulos que captan la atención, como sucede con los videojuegos y otros contenidos audiovisuales.
En definitiva, la relación de los más jóvenes con los parques y jardines revierte el déficit de naturaleza presente en muchos de ellos y supone una mejora su salud física y mental, a la vez que contribuye a mejorar el aprendizaje y las habilidades sociales.
Más información en https://ciudadesamigas.org/deficit-naturaleza-infancia/
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