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La aplicación de biocarbón: ¿el futuro de la energía?

Un estudio de Lehmann et al. ha demostrado que la relación entre reducciones de emisiones de gases de efecto invernadero y la eliminación de dióxido de carbono por parte de los sistemas de energía de biocarbón, los cuales están basados en la vaporización de biomasa para producir carbón vegetal.

Según este estudio, la mitad de las reducciones de emisiones y la mayor parte de la eliminación de Co2 han sido resultado del uso del biocarbón de uno a dos órdenes de magnitud más larga que lo esperado en un principio.

El biocarbón es un producto sólido que se obtiene después de calentar la biomasa con una cantidad limitada de oxígeno, llamado “pirólisis”. El biocarbón pertenece a un grupo de productos conocidos como “carbón vegetal” o “biochar”. Se puede producir a partir de casi cualquier materia prima, incluidos los desechos agrícolas y los desechos del paisaje urbano.

Los sistemas de producción varían en tamaño desde pequeñas cocinas domésticas hasta grandes plantas industriales de pirólisis. Debido a que se puede producir a diferentes temperaturas y usarse en muchos tipos de suelo. Es importante comprender cómo las diferentes condiciones de producción producen diferentes tipos de biocarbón y cómo ese carbono interactúa con cada tipo de suelo.

Este método de energía es señalado por parte del conjunto de la comunidad científica, como un medio para combatir el cambio climático, al mismo tiempo que logra mejorar la fertilidad del suelo, lo que permite a los pequeños agricultores aumentar los rendimientos en tierras previamente degradadas. 

De esta manera, el biocarbón puede desempeñar un papel clave en la implementación de manejos del suelo climáticamente inteligentes, ya que posee un gran potencial para fortalecer la resiliencia de los sistemas de cultivo a pequeña escala.

Beneficios del biocarbón

Los principales beneficios del uso de este sistema de energía son: la mejora de la fertilidad del suelo y la reducción de la necesidad de insumos, como los fertilizantes químicos; efectivo positivo en la riqueza y diversidad de especies microbianas del suelo, la mejora de la estructura del suelo y la estabilización física de los agregados del suelo, la reducción de las emisiones de óxido nitroso y metano de los suelos cultivados, o el uso potencial de energía térmica, bioaceites y gases de síntesis generados durante la producción de biocarbón local.

Según el estudio de Lehmann et al. la mitad de las reducciones de emisiones y la mejor parte de la eliminación de dióxido de carbono, son resultado del uso del biocarbón, además, destacan que los sistemas de biocarbón podrían generar reducciones de emisiones de 3’4 a 6’3 petagramas de dióxido de carbono.

Esto demuestra que existen beneficios importantes entre producir biocarbón en el suelo. Sin embargo, es clave destacar que estas compensaciones dependen principalmente del tipo de energía que reemplace el biocarbón.

Cuando el biocarbón reemplaza al carbón tradicional, las emisiones de éste aumentan un 3%, mientras que cuando sustituye a energías renovables, las emisiones bajan en un 95%. 

La falta de una relación clara entre el aumento de la respuesta del rendimiento a los fertilizantes y la adición de biocarbón muestra el potencial del biocarbón para mejorar el rendimiento cuando los fertilizantes por sí solos son ineficaces, pero también cuestiona las recomendaciones basadas en las respuestas conocidas de los fertilizantes. 

La toma de decisiones específicas a nivel local podría reconocer estas relaciones y compensaciones para crear mecanismos de comercio de carbono que faciliten una implementación sensata en línea con las necesidades de mitigación del cambio climático.

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