Evaluación del lugar y el suelo (II)
Antes de empezar a planificar y a plantar, es importante saber lo máximo posible sobre las condiciones predominantes en el jardín. Hay que fijarse en el entorno y en el clima locales, en la topografía y en las condiciones del suelo, porque estos factores determinarán la elección de las plantas. La orientación influye en la distribución del sol y sombra, y cada tipo de suelo contiene distintas cantidades de humedad y nutrientes.
Tipos de suelo
Conocer el tipo de suelo es importantísimo para cultivar plantas sanas. Siempre es preferible elegir especies que prosperen en el suelo que uno tiene, en lugar de empeñarse en cultivar plantas que no se adapten a las condiciones y que sufrirán inevitablemente. Hay tres tipos principales de suelos: arenosos, arcillosos y de limo. Se clasifican por el tamaño de las partículas, que determina la cantidad de agua y los nutrientes.
Casi todas las tierras de jardín son una mezcla de arena y arcilla en diferentes porcentajes, y hay un tipo que domina la mezcla: la marga, que contiene una proporción prácticamente igual a base de las tierras ya mencionadas: arena y arcilla.
- Suelos arenosos: las partículas de la tierra arenosa son relativamente grandes y el agua se escurre con facilidad por los espacios entre ellas. Se drenan bien, pero, como los nutrientes están disueltos en agua, también son poco fértiles. Es ideal para plantas mediterráneas.
- Suelos arcillosos: las partículas de arcilla son diminutas y atrapan humedad en los huecos. Además, son porosas, de modo que estos suelos retienen mucha humedad y son ricos en nutrientes. Sin embargo, en condiciones húmedas pueden encharcarse y, cuando se secan, forman costras impenetrables. Son ideales para plantas “hambrientas”, como los árboles frutales.
- Suelos de limo: los suelos de limo puro son raros y suelen darse en llanuras aluviales. Tienen un alto contenido de nutrientes, pero pueden compactarse y encharcarse como la arcilla.
- Marga: con proporciones casi iguales de arena y arcilla, ofrece lo mejor de ambos porque retiene la suficiente humedad como para que las raíces la absorban, pero deja escapar el exceso de agua, impidiendo el encharcamiento. Retiene bien los nutrientes, lo que la convierte en la tierra de jardín perfecta para la mayoría de las plantas.
Mejorar el suelo
Tanto si el suelo es seco y arenoso como si es arcilloso y pegajoso, las plantas crecerán mejor si se enriquece la tierra con materia orgánica, como estiércol maduro de granja, compost de jardinería o para champiñón. La materia orgánica cubre las partículas del suelo arenoso, ayudándolas a retener más humedad, y abre la estructura del suelo arcilloso, mejorando el desagüe.
Se puede mezclar con la tierra al prepararla para plantar o extender una capa a modo de mantillo. Las lombrices y los microrganismos la mezclarán con el suelo. También se puede mejorar la estructura y el drenaje de los suelos muy arcillosos con arenilla hortícola, que hay que mezclar con la tierra. Los suelos muy densos y encharcados pueden requerir canales de desagüe.