El urbanismo biofílico, un horizonte de gestión de la infraestructura verde en las ciudades
La dependencia del ser humano de la naturaleza impulsa las acciones orientadas a integrar elementos naturales en el diseño de espacios públicos en el medio urbano.
Este término, popularizado por el biólogo Edward O. Wilson, tiene su reflejo en las supermanzanas de Barcelona y el Bosco Verticale de Milán.
La naturaleza se abre camino en las ciudades. Lo hace gracias a una corriente como el urbanismo biofílico, que surgió en los años 70 y que el biólogo Edward O. Wilson popularizó en los 80, y que recientemente se ha extendido gracias a iniciativas que promueven la sostenibilidad del planeta y los efectos positivos de una correcta gestión de los espacios verdes. Así, este escenario representa una oportunidad para que los diversos agentes encargados del mantenimiento de la infraestructura verde en el medio urbano compartan visiones sobre diferentes asuntos y establezcan una estrategia conjunta de actuación.
En este espacio de conocimiento y divulgación de la Asociación Española de Parques y Jardines Públicos (AEPJP), hemos dado a conocer diferentes iniciativas de renaturalización en ciudades como Madrid, Boston o Seúl. En estas urbes, las grietas que abrió el hormigón se cerraron con la creación de corredores y zonas verdes para devolver a los habitantes lugares de encuentro, donde realizar actividades saludables.
La promoción de la salud es uno de los objetivos primordiales del urbanismo biofílico, en un contexto donde el diseño de espacios públicos en las ciudades ha de priorizar cuestiones de salud y sostenibilidad medioambiental. En este sentido, la mayor integración de la infraestructura verde contribuirá a reducir los efectos que la contaminación genera sobre la población. Además, existen otros beneficios como la reducción del estrés entre los ciudadanos, el aumento de la productividad, la ventilación y la eficiencia energética.
Uno de los aspectos esenciales del urbanismo biofílico es la reproducción de estructuras naturales en las ciudades. De esta manera, los responsables públicos encargados de la gestión de la infraestructura verde deben sumar acciones para la integración de plantas y árboles en las paredes o el tejado, el uso de la luz natural, la conexión de los espacios interiores y exteriores, la incorporación de recursos hidráulicos, el fomento de la vida silvestre y la representación de patrones de la naturaleza mediante materiales naturales como la madera o la arcilla.
En las ciudades existen diseños que simulan formas y conceptos de la naturaleza para maximizar los beneficios saludables en el medio urbano. En Barcelona, las supermanzanas pioneras del Poblenou, Horta o San Antoni representan un paradigma que ha continuado en la capital catalana con una red de ejes verdes y plazas donde el ciudadano es el protagonista y recupera los espacios públicos que anteriormente ocupaban los vehículos privados.
El Bosco Verticale, proyectado por el arquitecto naturalista Stefano Boeri, representa en la ciudad italiana de Milán un ejemplo de la relación entre el urbanismo y la biofilia. Se compone de dos rascacielos residenciales, cuyas fachadas cuentan con 711 árboles, 5.000 arbustos y 15.000 plantas perennes. Pertenecen a 94 especies vegetales y cumplen un papel fundamental en la constitución de un microclima que genera humedad, depura el aire eliminando el CO2 y emitiendo O2, y protege de la radiación solar y del viento a través de las plantas.
La ciudad-estado de Singapur da un paso más en el urbanismo biofílico. Esta isla con una extensión de 720 kilómetros cuadrados evolucionó medioambientalmente gracias al compromiso hacia la sostenibilidad de Lee Kuan Ywe, quien fuera primer ministro de Singapur durante más de cuatro décadas. El resultado que podemos contemplar en la actualidad es un espacio urbano con más de un centenar de edificios dotados de muros con elementos naturales y que integran jardines verdes con usos medioambientales, alimentarios y recreativos en las azoteas. Este modelo representa, sin duda, un referente en el ámbito ecológico y de la sostenibilidad, con un modelo urbano que mejora la calidad del aire y reduce los efectos de las islas de calor urbano.
La aplicación del urbanismo biofílico en estos y otros lugares supone un modelo de desarrollo sostenible donde las acciones de los responsables de administraciones públicas, e incluso las compañías y empresas del sector, deben alinearse para garantizar la sostenibilidad y evolucionar hacia los beneficios que la propia naturaleza ofrece.
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