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El Método Miyawaki: ¿Solución milagrosa?

portada el método miyawaki

Desde el comienzo de la modernización en la gestión del verde, se han estado implementando métodos, herramientas e iniciativas con diferentes aproximaciones, todas ellas con el objetivo de mejorar la salud de la naturaleza y proteger la biodiversidad y los ecosistemas.

El Método Miyawaki es uno de los más conocidos, sin embargo, a pesar de lo que muchos podrían pensar, no es la solución milagrosa para crear bosques urbanos.

¿En qué consiste el Método Miyawaki?

El método Miyawaki lleva el nombre del botánico japonés Akira Miyawaki, quien lo desarrolló en la década de 1970. En teoría, este proceso de revegetación expres restauraría rápidamente un ecosistema forestal y lo haría autosuficiente después de tan solo tres años de crecimiento. Según el propio Miyawaki “En veinte años, obtenemos un dosel árbóereo completamente formado, mientras que se necesitarían doscientos siguiendo técnicas convencionales”.

En teoría, el proceso se acelera plantando, en su mayoría o en exclusiva, las especies locales que se encontrarían en un bosque maduro en la etapa final de sucesión ecológica.La realidad parece ser diferente y las pruebas realizadas en Europa arrojan un resultado diferente. Uno de los escasos estudios científicos (2010) sobre la eficacia de este método, realizado en Cerdeña, en un entorno natural, reporta una mortalidad de árboles de entre 61 y 84% después de doce años como consecuencia de la competición natural entre especies e individuos.

La diferencia parece radicar en las condiciones climáticas: Miyawaki desarrolló sus teorías observando bosques subtropicales y tropicales, sin ofrecer verdaderos datos científicos. Los conocedores del tema advierten que “Es una ilusión imaginar que mezclar todas las especies en un ecosistema les permitirá cooperar entre sí.” pero que es posible adaptar el método Miyawaki a las condiciones locales con precaución y la observación, utilizando parcelas de parcelas de control que sirvan como punto de referencia para medir la riqueza de la biodiversidad, la fijación de carbono y el establecimiento del microclima forestal.

En definitiva, es necesaria una fase de experimentación, seguimiento y recogida de datos concretos de los que se puedan extraer conclusiones, antes de lanzarse a plantar bosquestes superdensos.

Podéis encontrar más información en el siguiente artículo de la revista ‘Reporterre’.

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