El árbol, protector de la ciudad y de las personas
Debido al valor ecológico y saludable del arbolado, se hace vital una gestión eficaz de los grandes vegetales.
La capacidad protectora que ha demostrado el arbolado en las ciudades ha quedado patente a lo largo de cuantiosos estudios relativos al beneficio medioambiental, en la salud de las comunidades, y de la misma fauna que habita en los espacios verdes urbanos.
De la misma manera que no se puede comprender la actividad de los seres vivos sin un sistema vital, no se puede concebir la actividad de una urbe sin su sistema arbóreo. Y, como en cualquier ecosistema, los elementos y seres vivos que coexisten en él se encuentran interconectados e interrelacionados, y de todos ellos depende el estado de salud de la ciudad.
GESTIÓN DEL ARBOLADO EN LA CIUDAD CONTEMPORÁNEA: LA MALLA ARBÓREA
En la gestión de la ciudad contemporánea del Siglo XXI, el enfoque que debe primar, es el de una gestión de la metrópoli como un ecosistema vivo, entendiendo los diferentes servicios ciudadanos representados como elementos que conforman un “Sistema de información Geográfico”.
Esto, nos genera una cartografía que conforma mallas de elementos. Malla de contenedores de residuos, malla con vías de circulación, y por supuesto, una malla arbórea.
Estas mallas representan cada uno de los servicios que conforman el ecosistema de la urbe, y su forma de gestión, puede generar un beneficio o un perjuicio a la naturaleza urbana, y de esta manera, condicionar la salud de las comunidades.
Los árboles, gracias a la capacidad de captar el CO2 desprendido de la atmósfera, se convierten en el único elemento de una ciudad que, además de no consumir más energía que el agua, no contamina y reduce la contaminación producida por otros elementos.
De esta manera, el valor ecológico del arbolado en las ciudades, lo convierte en pieza fundamental del equilibrio medioambiental de las urbes. Protegiendo los elementos, entre ellos las personas, que existen en una ciudad.