¿Cómo están relacionados la transición ecológica con el desplazamiento a pie?
Todos recordamos aquellas primeras salidas a la calle en la primera desescalada después del confinamiento de 2020; esas que distinguían por franjas de edad y en las que debía cumplirse estrictamente con las medidas de distanciamiento físico.
El Grupo de Investigación en Arquitectura, Urbanismo y Sostenibilidad de la Universidad Politécnica de Madrid elaboró en aquellos días de primavera de 2020 un estudio sobre la capacidad de las aceras de la ciudad para permitir el paseo en compañía cumpliendo con la distancia de seguridad.
Los gráficos resultantes mostraban el mapa de la escasez del espacio peatonal en los barrios más densamente poblados. Según el cálculo realizado en el estudio, cada peatón debería disponer de al menos 2m2 de banda de circulación en la acera, es decir, sin contar con la banda de servidumbres y estancia, para cumplir con seguridad las recomendaciones para el control de la pandemia, de esta manera, barrios enteros quedaban muy por debajo de ese mínimo.
Pese a tratarse del modo de movilidad más sostenible, el desplazamiento a pie sigue tratándose de manera marginal en la legislación y planificación sobre movilidad. Las nuevas normas de reducción de la velocidad máxima, por parte de los vehículos en las ciudades, debe ir acompañada de modificaciones físicas en la infraestructura viaria que favorezcan a los viandantes; la regulación y la señalización son medidas necesarias, pero no suficientes, para lograr el calmado de tráfico.
A pesar de que se trata de un modo fundamental de acceso a las zonas verdes y una condición para el desarrollo de una infraestructura verde saludable, la promoción activa de la movilidad peatonal sigue siendo un tema marginal en el diseño urbano en nuestro país.
La circunstancia de la pandemia ha ayudado a visualizar algo que ya era reconocido por el conjunto de la sociedad, que en las ciudades actuales no siempre se dan las condiciones para el desplazamiento generalizado, seguro y cómodo a pie, y menos aún para niños y niñas y personas con necesidades de movilidad especial, como los usuarios de silla de ruedas. Dicho de otra manera: el modo de movilidad peatonal sigue siendo el gran marginado en nuestro país, con un trato prácticamente residual en las propuestas nacidas de las administraciones públicas municipales, autonómicas y estatales.
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